20.10.06

La Modernidad es un juego de espejos IV


El Grito, 1893
Edvar Munch (1863 - 1944)


Soldados canadienses en Vimy, 1917.

En 1893, veintiún años antes de que estallara la Guerra que terminaría con todas las guerras, Edvar Munch componía desde su angustia el cuadro que lo haría famoso. Sus otras obras mostraban, entre otras cosas, a los burgueses del siglo XIX como espectros, cuerpos sin vida, siniestros y automáticos. Sin saberlo, acaso sin desearlo, había visto el futuro de aquella era de progreso ilimitado. El mismo progreso que habría de aniquilar a una generación entera de europeos, que habría de imponer a la guerra masiva y total como el camino sin retorno al que el mundo estaba destinado.
La Primera Guerra dio nacimiento al siglo XX, y aquella idea romántica de los soldados muriendo de pie por la patria demostró ser una patraña. Los soldados morían gritando, ahogándose con el gas mostaza, llamando a su mamá, cagándose en los pantalones, sufriendo sus pies de trinchera, mutilados, comiendo ratas, bebiendo orina, odiando y odiándose a sí mismos por haber acudido a la llamada de la Nación, ese canto de sirena en nombre del cual tantas canalladas han sido cometidas. El odio tendría sus ecos en los veteranos resentidos y miserables, que se entregarían al fanatismo, a la imbecilidad y finalmente arrastrarían a millones de jóvenes a otra guerra.
Pero nunca falta el que gana, y a la burguesía industrial se le inflaron sus bolsillos, especuladores de la muerte, ellos sí triunfaron sin disparar una sola bala, porque otros lo hacían por ellos. Se limitaron a cobrar, siempre manteniendo los modales, eso sí. En las palabras de Anatole France: "Uno cree que muere por la patria y muere por los industriales." El grito fatal de Munch resuena en los ecos de las trincheras, donde siempre hace frío.

Gracias a F. por las sugerencias.