8.1.07

La biopolítica de la cama


Adán y Eva (1931)
Tamara de Lempicka (1898 - 1980)

“Yo encendí un cigarrillo, me acomodé contra la almohada y dije:

-Chúpamela.

Ella me miró con sorpresa, pero me puso una mano en los huevos y acercó la boca.

-¿Lo ves? -exclamé con expresión triunfante. Ella se interrumpió y me miró con asombro-. ¿Lo ves? Te digo que me la chupes, y lo haces. Aunque no tenías ganas.

-Bueno, no estaba pensando en eso; pero me gusta.

-Eso es lo maravilloso de ti: te gusta dar placer. Lo que los occidentales ya no saben hacer es precisamente eso: ofrecer su cuerpo como objeto agradable, dar placer de manera gratuita. Han perdido por completo el sentido de la entrega. Por mucho que se esfuercen, no consiguen que el sexo sea algo natural. No sólo se avergüenzan de su propio cuerpo, que no está a la altura de las exigencias del porno, sino que, por los mismos motivos, no sienten la menor atracción hacia el cuerpo de los demás. Es imposible hacer el amor sin un cierto abandono, sin la aceptación, al menos temporal, de un cierto estado de dependencia y debilidad. La exaltación sentimental y la obsesión sexual tienen el mismo origen, las dos proceden del olvido parcial de uno mismo; no es un terreno en el que podamos realizarnos sin perdernos. Nos hemos vuelto fríos, racionales, extremadamente conscientes de nuestra existencia individual y de nuestros derechos; ante todo, queremos evitar la alienación y la dependencia; para colmo estamos obsesionados con la salud y con la higiene: ésas no son las condiciones ideales para hacer el amor. En Occidente hemos llegado a un punto en que la profesionalización de la sexualidad se ha vuelto inevitable. Desde luego, también está el sadomaso. Un universo puramente cerebral, con reglas precisas y acuerdos establecidos de antemano. A los masoquistas sólo les interesan sus propias sensaciones, quieren saber hasta dónde pueden llegar por el camino del dolor, un poco como los aficionados a los deportes extremos. Los sádicos son harina de otro costal, siempre van lo más lejos que pueden, quieren destruir: si pudieran mutilar o matar, lo harían.

-No me apetece volver a pensar en eso -dijo ella, estremeciéndose-. Me repugna de verdad.

-Porque sigues siendo sexual, animal. De hecho eres normal, no pareces de Occidente. El sadomaso organizado, con sus reglas, sólo le interesa a la gente culta, cerebral, que ha perdido cualquier atracción por el sexo. Para todos los demás sólo queda una solución: los productos porno, con profesionales; y si uno quiere sexo de verdad, los países del Tercer Mundo.

-Bueno… -Valérie sonrió-. ¿Puedo seguir chupándotela?”

Michel Houellebecq (1955), Plataforma (2001)



 

4 Comments:

Blogger El Marpla said...

quise comentar hace un par de dias y no pude porque Blogger no andaba

CENSURA!

Bueno, queria preguntar...¿donde lei esto antes?

11.1.07  
Blogger Blopa said...

Si no sabés vos...¿será un recuerdo? Prefiero no saberlo...

11.1.07  
Blogger TiTo A. said...

Me recuerda el chiste del camello: "chupame la pija y te sigo contando".

11.1.07  
Blogger El Marpla said...

no, no es un recuerdo. Lei esto antes pero no me acuerdo donde, y seguro que o lei ningun libro de Houellebecq...

que bronca cuando no recordas algo.

15.1.07  

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